Tuesday, July 26, 2011

Cuaderno de viajes: Verano 2011 - Dias 9 y 10 - Delta del Danubio

Buna buna!!


Ya se ha terminado nuestro viaje por el delta del Danubio, una de las mayores extensiones de cañaverales del mundo y la mayor reserva de pelícanos de Europa. Como base de operaciones elegimos el pueblo de Crisan, en el corazón mismo del delta. Hasta aqui solo se puede llegar en lancha o a nado. Nosotros elegimos la primera opción. En Crisan teníamos reserva en el Hotel Delta del Danubio (no se exprimieron mucho la cabeza cuando decidieron el nombre, la verdad). En general la estancia aqui fue buena, la habitación bien preparada y con buenas vistas a uno de los canales y con muuuuuucha tranquilidad, aunque por contra deben mejorar el servicio y la comida.

El primer dia (24.07) llegamos a tiempo de montarnos en la primera lancha rápida y que salía desde Tulcea hasta Crisan. Tulcea es la puerta de entrada al delta, así como puerto de paso de barcos que van a la industrial Galati, más adentro en el Danubio. Este mítico río llega a su fin después de haber cruzado diez países, lo cual dice mucho de su importancia (cultivos, ganados, fuente de energía, político, geográfico....) pero también da una clara imagen de lo castigado que llega. En sus últimos kilómetros sigue sin ser azul, convirtiéndose además en una mezcla de agua, lodos, vegetación, algas, inmensas extensiones de tierra (algunas protegidas y otras aprovechadas para el cultivo), unos cuantos pueblos con poco o mínimo encanto y, lo más importante, grandes reservas protegidas y habitadas principalmente por aves que vienen aquí a pasar su descanso veraniego en sus viajes al norte y de regreso al sur.

Lo que más hemos visto han sido cigüeñas, garzas, patos, gaviotas y pelícanos. Estos últimos son los galácticos del parque: enormes, bastante asustadizos, a quienes parece que les cuesta emprender el vuelo pero que cuando están en el aire tienen un aletear sobrio para después aprovechar sus grandes alas para planear y ahorrar máximo de energías. Estuvimos persiguiéndolos con una pequeña lancha y aunque apenas pudimos acercarnos a menos de 100m, fue lo suficiente como para admirarlos y hacer algunas fotos.

El segundo día (25.07) hicimos grupo con una familia de rumanos de Bucarest. Con ellos fuimos en lancha hasta Sulina, un pueblo de mar donde se encuentra una de las tres desembocaduras del río Danubio. Mi impresión es que no es una desembocadura natural como la del Tajo en Lisboa sino que está artificialmente "retocada" con un canal para facilitar la entrada de barcos. Una pena. En Sulina tuvimos tiempo de pasar unas horas en la playa, bastante natural y tranquila y con el aliciente de poder divisar bandadas de pájaros pasando a ras de mar de vez en cuando. Después la familia nos invitó a comer "hamsie" o sardinas fritas, aunque éstas la verdad es que estaban más bien refritas.

A la vuelta al hotel, después de un merecido descanso, pudimos pasar un agradable rato con nuestros nuevos amigos en una tranquila terraza preparada en su hotel flotante en el río. Gracias a un par de traductores (los niños de la familia, la chica -Irene- hablaba español y el chico hablaba inglés) pudimos aprender algunas expresiones en rumano y medio entendernos con ellos para tener algo de conversación y echarnos unas risas (como por ejemplo que dos de ellos eran polis en Bucarest y que me estaban vigilando.... jeje), así como para probar el "tinto de verano" rumano, que es una mezcla de vino blanco (nacional pero tan caro como el español) y de agua con gas. En Rumanía (como en Bulgaria) se bebe bastante, principalmente cerveza, aunque nuestros amigos abrieron la comida haciendo piña con unas copas de vodka a palo seco (tradición a la que me negué a unirme no sea que luego acabara haciendo tonterías y diera razones a uno de los policías para meterme en prisión).

Y así termina el capítulo del Delta del Danubio. Ha sido toda una experiencia estar en esta zona, disfrutar de la tranquilidad y de las vistas que nos ofrece la naturaleza en este paraje tan singular, único en el mundo. Estar aquí hace pensar en la suerte que tenemos de disfrutar de sitios como éste pero también de la responsabilidad que tenemos TODOS de respetarlo y de cuidarlo, de aplicar en la práctica un desarrollo sostenible y de no matar a la gallina de los huevos de oro.

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